Deseo by Joelle Charbonneau

autor:Joelle Charbonneau [Charbonneau, Joelle]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ficción
ISBN: 9788493971724
editor: Oz Editorial
publicado: 2020-03-19T00:00:00+00:00

Gina

—¿Gina, cielo? ¿Estás bien?

La voz de la señora Head hace que Gina pegue un bote. ¿Cuánto tiempo ha estado en el baño?

—Estoy bien. Salgo en un minuto.

La señora Head hace una pausa y prosigue:

—Bueno, si necesitas algo, dímelo, estaré en la cocina cuando termines.

Escucha como los pasos de la señora Head se alejan por el pasillo y mira la botella que tiene en las manos. Solo tiene que hacer un simple cambio. Las pastillas del bolsillo de su chaqueta por las del bote de Tylenol del armario. Y lo tiene que hacer antes de que la señora Head vuelva.

Le tiembla la mano al tirar las viejas pastillas en una pequeña bolsa. Porque, aunque haya una posibilidad de que las pastillas por las que las está reemplazando sean inofensivas, sabe que no lo son. Pero no es culpa suya. No lo es. Ella no es quien ha decidido que las pastillas deban ir aquí. Ella no es quien se ha negado a darle las entradas del concierto desde el principio. Lynn o alguien de su familia ha debido de cabrear a alguien para que ella tenga que hacer esto. Y eso tampoco es culpa de Gina.

Gina se asusta cuando le suena el móvil. Una de las pastillas cae al suelo y se pone de rodillas para buscarla. Mierda. Detrás del lavabo.

Ugh.

Coge la pastilla, se levanta y mira su reflejo en el espejo; mejillas sonrosadas, frente sudorosa, ojos llenos de culpa. No. Tiene los ojos como siempre, todo está igual. No es para tanto. Ni siquiera sabe qué efecto tendrán las pastillas. Quizá ninguno. Quizá dejarán a Lynn grogui, algo que le vendría bien usar tras la muerte de Amanda ¿O será su padre quien se ponga ciego? Parece simpático pero estirado, así que verlo perder la pose de soldado perfecto podría ser divertido. Pero si hace otra cosa…

El móvil vuele a sonar. Es su padre. Ya le ha dejado varios mensajes y ella está segura de saber qué dicen. Le gritará que vuelva inmediatamente a casa para afrontar lo que ha hecho.

El enfado y la indignación hacen desaparecer el desagradable miedo. Sabe que su padre no creerá que lo ocurrido con el coche no ha sido culpa suta. No le importará que el culpable pueda ser otro. La castigarán por no hacer nada, y eso es una mierda. Bueno, si la van a castigar, que haga algo para merecerlo y ganarse las entradas.

Coge el bote de Tylenol del lavabo, mete la última pastilla y lo coloca donde lo encontró. Fácil. Después, se asegura de que la bolsita de las antiguas pastillas está en el bolsillo de su abrigo, hace sonar la cisterna, se echa algo de agua en la frente y cierra el agua.

Las entradas del concierto valdrán la pena. Todo vale la pena, se dice mientras sale por la puerta.

—Gina, cielo, ¿estás segura de que te encuentras bien? —le pregunta la señora Head cuando entra en la cocina. Coge una caja de pañuelos, se acerca y le seca una lágrima de la mejilla a Gina, que no se había dado cuenta de que estaba llorando.

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